Aprendiendo a vivir a base de afrontar derrotas

Hay que empezar a resignificar las derrotas: las derrotas son puro aprendizaje. No debemos demonizarlas ni aumentar el estigma negativo que las acompaña. En las categorías más pequeñas como es el Baby Basket seguramente sí tenga sentido premiar la propia participación, divertirse con el balón sin ni siquiera la existencia de un marcador.

Pero cuando los niños y niñas empiezan a madurar en el plano cognitivo, no debemos dejar pasar la oportunidad de enseñar a través de las derrotas: no rehuirlas, ni tampoco tratarlas como algo terrible. Por el contrario, normalizarlas, dejando claro que hay cosas que se podrían o tendrían que haber hecho de manera distinta, y aprovechar ese punto de inflexión para trabajar y evolucionar.

Hace poco, quizá unos meses, leía unas declaraciones de un tal Kobe Bryant, los más aficionados al baloncesto le conoceréis seguro, y los que no, seguramente también, y venía a decir que no entendía que la derrota se tratase de rehuir y quitarle importancia y que estábamos privando a los más pequeños de una de las lecciones más importantes de la vida: la derrota bien entendida. 

No podría estar más de acuerdo con el bueno de Kobe; si les quitamos a los más jóvenes la oportunidad de conocer la importancia acerca de la derrota y todo lo que ella conlleva probablemente estemos quitando al ser humano parte de su naturaleza. Las personas somos solucionadores de problemas natos, y cuando se nos quitan los problemas a resolver… en cierto modo dejamos de lado parte esencial de nuestra forma de ser. Quizá esto parezca demasiado duro, pero pensad en todo lo que os han aportado vuestras derrotas personales a la vida, seguro que la mayoría de vosotros estaréis conmigo en que os han endurecido, hecho más fuertes, y en definitiva, lo que sois hoy en día.

¿Qué clase de educadores seríamos si les quitamos la oportunidad de aprender estas valiosas lecciones a los peques?

Seguramente seríamos unos educadores más preocupados por el ahora, por el cortoplacismo, por evitar un mal trago que al final, debido a la dureza intrínseca de la vida, van a tener que experimentar. En definitiva, creo que les estaríamos haciendo un flaco favor.

A lo largo de mi etapa como psicólogo, entrenador y orientador, he podido conocer muchos profesores, entrenadores, jugadores, jugadoras, padres y madres, y absolutamente todos ellos querían, y quieren lo mejor para sus hijos e hijas. Démosles entonces las herramientas necesarias para seguir forjando personalidades que afronten los problemas y no los eviten, démosles a los pequeños y pequeñas la oportunidad de ser mejores y de que lo aprendido sobre una cancha les sirva para la vida, porque al final: el baloncesto es aplicable a la vida.

José Nogueiro,
Coordinador deportivo. Psicólogo de la Escuela

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